Todo aquél que haya conducido alguna vez sabe cuán apetecible y
deseado resulta encontrar un sitio dónde aparcar el coche. Y cuán
dichoso se siente uno si la suerte le sonríe y lo encuentra justo
delante de dónde quería ir. De hecho, cuando conducimos, deseamos con
tanta intensidad encontrar un sitio para dejar nuestro vehículo que
fácilmente nos enfadamos si no lo encontramos; y rápidamente exigimos
el derecho a poderlo aparcar y comenzamos a tirar culpas a diestro y
siniestro: el ayuntamiento debería haber construido un gran aparcamiento
ya hace años, en ese solar de ahí cabrían unos coches más (sin pensar,
evidentemente, que también cabrían unas plantas y unas canastas de
básquet más), etc.
Pero si nos situamos fuera de la impaciencia y el enfado, el sentido común debería hacernos ver que es
imposible asegurar que delante de cada destino exista una plaza de
aparcamiento libre, esperándonos disponible por si quisiéramos ir y,
para acabarlo de rematar, gratuita. Sorprendentemente, sin
embargo, esto es lo que han intentado y aún intentan tantos
profesionales y sus respectivos manuales de diseño del viario.
Y es que, como ya expusimos en el post anterior sobre el derecho a ir en coche,
el aparcamiento tiene más de privilegio que de derecho. No repetiremos
de nuevo los mismos argumentos porqué servirían por igual. Además, si ya
argumentamos que circular en coche es un privilegio, sería asombroso
que el aparcamiento sí que fuera un derecho.
Por otra parte, ¿que querría decir el derecho al aparcamiento?
¿derecho a aparcar sólo en origen (es decir, donde uno vive)? ¿aunque se
tengan que destinar las calles para garantizar dicho derecho en caso de
que no haya suficientes plazas en garajes? ¿derecho también a aparcar
allá donde uno quiere que vaya? ¿derecho a aparcar justo delante de
donde vas? ¿O se acepta un radio de 5-10 minutos a pie? ¿y de forma
gratuita o se acepta que sea pagando?
En cualquier caso, más allá de apuntar algunos interrogantes sobre la
absurdidad de haber interiorizado un derecho irrealizable, aquí
queríamos aprovechar para centrar la atención en el aparcamiento en las
calles, dado que éstas resultan ser un recurso colectivo, natural,
finito y escaso. En este sentido, es necesario subrayar que el
uso para provecho individual -y en detrimento de los demás- de un
recurso colectivo difícilmente puede elevarse a la categoría de derecho.
Y aún menos, puede exigirse que este provecho particular se consiga de
forma gratuita, simplemente por el mero acontecimiento de ser el primero
que ha llegado cuando la plaza de aparcamiento estaba libre.
De hecho, ¿qué ocupación del suelo para fines particulares no está
tarificada o regulada? Las terrazas de bares pagan su correspondiente
tributos; los terrenos agrícolas y forestales se arriendan o se poseen
(individual o comunalmente); las viviendas se compran o se alquilan…Y,
sin embargo, el aparcamiento en la calle se exige como el único uso de
ocupación privada de un espacio de forma gratuita. ¿Exigiremos
antes una “vivienda” gratuita para nuestro coche que una vivienda para
nosotros mismos? ¿Aunque esta segunda sea un derecho constitucional y no
lo sea la primera? Y obsérvese que, en nuestra sociedad, el
consumo de bienes naturales y finitos siempre está tarifado. ¡Hasta el
agua y la comida, que más que derechos son bienes de primera necesidad!
Ahora bien, aunque aparcar en la calle resulte ser una actividad de
provecho particular en detrimento del uso que pudieran hacer los demás, y
aunque circular en coche tenga más de privilegio que de derecho, esto
no quiere decir que debamos eliminar todo aparcamiento de las calles.
Contrariamente, puede haber aparcamientos porque aportan grandes
beneficios al sistema de transportes, dónde el coche debe jugar su
papel. Pero esto no quiere decir ni que deba haber muchos, ni que tengan
que ser gratuitos indefinidamente. Un post anterior que titulé ¿Aparcamiento gratis? No, gracias ahonda precisamente en esta cuestión.
En definitiva, lo que se ha pretendido mostrar en este post es que
cuando nos enfadamos ante la imposibilidad de aparcar deberíamos
reconocer que nos crispamos por no ser los privilegiados, los elegidos
del día. Pero, por más rabia que dé, no podemos enojarnos porque no nos
toque la lotería…Contrariamente, una vez encontramos un aparcamiento
libre deberíamos estar agradecidos porque otro no lo ha ocupado, y
doblemente agradecidos si la sociedad nos lo ofrece gratuitamente.
Y como planificadores, deberíamos mejorar la eficiencia de nuestro
sistema de transportes e ir acabando con la política de aparcamiento
parecida al juego del “sigue rascando” para conseguir el premio, y apostar por un sistema que pretenda garantizar que existen plazas de aparcamiento libres cuando uno las necesita.
Y de paso, tampoco estaría mal ir dejando de lado el mito sobre el
derecho al aparcamiento, que tantas veces nos ha llevado a llenar de
aparcamientos los pueblos y ciudades pensando que “cuantos más, mejor”,
siempre tratando de dar respuesta a un hipotético derecho de barro.
Màrius Navazo trabaja en movilidad, planificación urbana y ordenación del territorio. Forma parte de Gea21 (www.gea21.com)
ENTRADA DESTACADA
TODOS MIS PARQUES
Cada día disfruto más paseando por mis parques. Y digo mis parques porque muchos de ellos están cerca de casa y los considero míos, como una...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar y ánimo con la información a ciclistas y peatones