Ahora que hay más bicis, se acentúan los problemas de convivencia entre los usuarios de los distintos medios de transporte
La solución pasa por explicar bien los derechos y deberes de cada uno y por convencernos de que compartimos y construimos juntos nuestro espacio común llamado ciudad
La solución pasa por explicar bien los derechos y deberes de cada uno y por convencernos de que compartimos y construimos juntos nuestro espacio común llamado ciudad
Publicado por Pedro Bravo en eldiario.es
Tengo un amigo que tiene un amigo que presume de
pasar rozando a las personas que van en bici por ciudad. Según el amigo
de mi amigo, o según mi amigo, que creo que ya los confundo, “es un
absurdo la manera en la que están afrontando muchos ciclistas la
convivencia con los coches, tienen todas las de perder y seguramente
pierdan”. Por eso, a los dos amigos les parece normal asustar con un
vehículo de más de mil kilos de peso a una velocidad igual o superior a
50 km/h a otra persona que se mueve sobre una cosita de doce kilos y con
la única protección de su carne y sus huesos.
Más
allá de lo que pueda significar en cuanto al tino que tengo para elegir
mis amistades, la anécdota retrata algo bastante común en esto de la
convivencia en general y, en concreto, en lo de la convivencia en
materia de movilidad. A veces vamos por la vida preocupados por que se
salve lo nuestro y ajenos a cómo esté lo de los demás. Nuestro yo nos
impide ver el tú, el él, el nosotros, el vosotros y el ellos como si
tuviéramos una coraza construida a base de asuntos propios que nos
protegiese de los de los otros. Cuando vamos en coche, se suman a esa
coraza otras como la carrocería, el aire acondicionado, el equipo de
música… Nos aislamos así aún más del resto de las personas con las que
convivimos.
Cuanto más cerca pasa el amigo de mi
amigo de las personas en bici que se cruza en la ciudad, más lejos está
de esa realidad y de los derechos de sus conciudadanos. Insensibilizado
por su razón, su ego y su costumbre, le trae al pairo que su vecino en
bici tenga el mismo derecho que él y su coche a circular por la calzada y
que su adelantamiento machote pueda hacer daño al otro. Posiblemente
sin siquiera darse cuenta, se comporta como un matón de colegio quitando
el balón a los pequeños. Todo muy maduro y tal.
Del
mismo modo, toda esa gente que va escopetada en bici por las aceras
sorteando gente, cacas de perro, basura, ramas de árboles y mobiliario
urbano y provocando sustos y merecidos improperios de los que las
caminan, está haciendo lo mismo. Convencida de que su miedo a
enfrentarse a los coches en la calzada le da derecho a invadir un
espacio que no es suyo y meter miedo a los peatones, reproduce ese
comportamiento egoísta e insensible del amigo de mi amigo y traslada la
inquietud al eslabón más débil de la movilidad urbana.
A estas alturas, con la sociedad ya crecidita y madura que deberíamos
tener, uno piensa que a más de uno lo que le hace falta son dos
bofetadas... Pero en seguida uno recapacita y se da cuenta de que quizá
estemos a tiempo de solucionar la cosa con un poquito de comunicación.
Estaría muy bien que los que se supone que administran nuestras cosas
se preocupasen de contar bien y a todo el mundo que tenemos nueva chica
en la oficina, que se llama bicicleta y que, además de tener un montón
de virtudes que hacen bien no sólo a los que se mueven con ella sino
incluso a los que se deciden a ir en coche, también tiene unos derechos y
unos deberes en materia de circulación. Ya sabemos, porque se ocupan
cada día de recordárnoslo, que no hay dinero para infraestructuras pero
seguro que algo pueden rascar para una campañita de publicidad en
condiciones que explique a todos eso que algunos tenemos muy claro:
ciudades con más bicis son mejores ciudades. Y, de paso, algunas normas
básicas de convivencia.
Por nuestra parte, la de los
ciudadanos, la campaña que podemos hacer es tratar de recuperar la
comunicación entre personas. Porque eso es lo que somos. No somos
ciclistas, conductores ni peatones. Somos personas que van en bici,
personas que van en coche y personas que van andando. Y vivimos en común
y lo mejor es que nos entendamos. Por eso, creo que me toca hablar con
los dos amigos, escucharles y contarles y, quizá, llevármelos a dar una
vuelta en bici para que vean que lo que es absurdo es empeñarnos en no
convivir. Y supongo que también me tocará tratar de explicar a toda ese
gente que va en bici por la acera que ese no es lugar, aunque empieza a
ser tanta que no sé si me va a dar tiempo en esta vida.
Mientras, igual podemos intentarlo. Basta con que nos demos cuenta de que
podemos ampliar nuestra preocupación por el bienestar del yo y
convertirla en conciencia por el bien del nosotros. Así, no sólo
estaremos trabajando por nuestro beneficio individual, sino que
estaremos contribuyendo al de los demás, que también es el nuestro. Y
si, llegado a este punto, el que me lea piensa que me he metido en un
galimatías de autoayuda y movilidad, que sepa que se equivoca. Esto que
acabo de escribir puede ser un galimatías, pero no va sólo sobre
movilidad.
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Gracias por participar y ánimo con la información a ciclistas y peatones